PONERSE DE PUNTILLAS

Cuando era pequeño me ponía de puntillas para ver cómo pasaban los Reyes Magos con mis regalos en la cabalgata. Sobre todo a Melchor, el de la barbita blanca. También lo hacía para señalar en el kiosko las chuches que quería comerme esa misma tarde. A veces lo hacía para intentar tocar la luna. De esto mejor ni hablamos. También solía alzar un pelín los deditos de los pies cuando iban a medirme. Estoy convencido de que la línea que se iba pintando cada 6 meses en la pared de mi casa siempre estuvo por encima de mi estatura real.

Ya un poco más mayor, me ponía de puntillas para que en las fotos de amigos pareciera más alto que el resto.  También era un estado casi natural en los conciertos que asistía. Menuda visión te daban esos 10 centímetros extras.

Y ahora, tantos años después, me he dado cuenta de que no soy el único que se pone de puntillas para alcanzar algo que le importa, que necesita y que cuida.

Y es que ponerse de puntillas, sin importar la edad, no es más que querer alcanzar algo que en un estado normal no puedes. Pero es tan importante que el hecho de que se carguen los gemelos es totalmente secundario… Porque el resultado merece mucho la pena, ¿no crees?

Así que, por favor, nunca dejes de ponerte de puntillas. Y, si te cansas, yo te auparé.

XR






Silhouetes

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